La líder del movimiento de estudiantes por el clima tiene síndrome de Asperger. Su ejemplo contribuye a normalizar este tipo de autismo.
Era un día de agosto. Viernes. Suecia acababa de vivir una ola de calor sin precedentes. A las 8.30 de la mañana Greta Thunberg cogió su bicicleta y, pertrechada con una pancarta, se plantó delante del Parlamento, en Estocolmo. La gente la miraba con curiosidad. Estuvo tres horas. El viernes siguiente volvió y esta vez alguien se sentó a su lado. (El País)
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